Se dejó llevar por ese sueño que permite prolongar el éxtasis del amor en territorios sin tiempo. Él no conocía mayor dicha que dormir acogido entre sus brazos de los que volvía, al despertar, invadido por el atrevimiento que nos obsequia el creernos felices.
Asustada, ella no pudo acompañarlo en el sueño. Aquel presentimiento le hacía preguntarse si miedo y destino eran lados de una misma moneda que nos condena.
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© JM Jurado