Comenzar el día cantando ¡Cumpleaños feliz… Happy birthday to
you… Estas son las mañanitas…! en un popurrí sin solución de continuidad, es
una forma magnífica de empezar la jornada. Laura, nuestra nueva amiga mexicana,
no pudo ni quiso evitar la emoción… Sin duda, es estupendo iniciar el trabajo
con una inyección de energía que, por cierto, no sabíamos que más tarde íbamos
a necesitar…
Ninguno de los voluntarios hemos llegado hasta México exhibiendo
un carnet de superexperto en programación y aplicaciones ofimáticas. Ni nuestra
labor aquí consiste en formar aceleradamente a los chicos y chicas que acuden a
las clases con entusiasmo y expectación. Además de carecer de sentido, esa
labor será desarrollada a lo largo de casi un año por sus profesores, con el
ritmo y la atención que el aprendizaje requieren. La única exhibición que los
voluntarios hemos hecho para obtener el pasaporte hasta este rincón de Ciudad
de México, muy alejado de las rutas turísticas, es la del profundo deseo de
ayudar, una palabra muy manoseada pero que recupera todo su significado cuando
un gesto, una palabra de ánimo, una risa, una sencilla explicación y hasta un
silencio mientras se escucha la dureza del relato de la vida que transcurre
fuera de las aulas, se convierten en alimentos para la esperanza. Ser escuchado
es, muchas veces, lo único que alguien necesita. Quizá sea esa una de nuestras misiones,
escuchar y comprender.
Es posible que de estos grupos de jóvenes terminen saliendo
auténticos superexpertos en diseño gráfico pues hoy, al poner en sus manos las
herramientas de Gimp, han demostrado un enorme interés. Quizá, sólo quizá, es
que tener la posibilidad, mediante la manipulación de imágenes, de colocarse al
lado del ídolo musical que a una, o a uno, le hace suspirar, es un motivo
suficiente para centrar la atención. Por algo se empieza…
Y volviendo a la energía acumulada al inicio de la mañana… Estudiar
un nuevo idioma suele ser una tarea ardua, pero… ¿es posible que pueda llegar a
ser agotador aprender inglés? Eilidh y Martin demostraron que sí. Sólo hace
faltar correr, gritar y bailar una y otra vez con cada palabra o frase
aprendida. Energías perdidas, agotador… y divertidísimo.