-Yo, una cerveza.
-Para mí otra.
Casi
siempre estaban de acuerdo. Les gustaba lo mismo, reían por lo mismo.
La
camarera dejó los vasos sobre la mesa, la misma bajo la que enredaban clandestinamente
sus pies, vestidos con las mismas botas de baloncesto de tela azul.
Horas
después, sufrían por lo mismo en el momento de separarse, cuando cada cual
regresaba a su casa con su misma pareja de siempre.
© JM Jurado