—Con
estos polvos, se enamorará de ti. Sóplalos sobre su cara.
En la fiesta, lo encontró rodeado de mujeres pugnando
por su atención. Llegó hasta él, abrió la palma de su mano pero, cuando fue a
soplar, una ráfaga de aire llevó los polvos hasta sus ojos. Aquello escocía. Lloró.
—¿Qué
te ocurre? —preguntó él.
No
sabía si lo había enamorado, pero sólo la atendía a ella…
© JM Jurado