Quitó el zumbido. Con cada vibración del teléfono, la señora sentada junto a él lo miraba de reojo, reprobando que no atendiera al conferenciante.
“Te
extraño”.
“Y
yo a ti. Mucho”.
“No dejo
de pensarte. Te imagino...”.
“Mi
amor...”.
Apagó su móvil. Levantándose,
se encaminó hacia la salida. Al pasar junto a la penúltima fila, una chica
abandonó su asiento. Ambos se encontraron en el solitario pasillo comiéndose a
besos.
© JM Jurado