Las despedidas pueden ser dolorosas, profundamente tristes y
amargas. Pero también pueden contener una inmedible dosis de esperanza mezclada
con las lágrimas, el sentimiento de un tiempo felizmente compartido, el deseo
de un futuro mejor, la convicción de que el adiós es sólo un hasta luego, de
que el tiempo es largo y las vidas no están escritas…
Hoy ha sido nuestro último día con los magníficos chicos y
chicas que el destino ha permitido que se cruzaran en nuestros caminos…
desviados unos cuantos miles de kilómetros. No fuimos hasta esta encrucijada en
México para dar clases, no nos adentramos en Magdalena Contreras para cubrir un
expediente… Dejamos nuestras casas en busca de nuevos amigos a los que abrazar
y con los que compartir. Y los amigos, cuando lo son sinceramente, se ayudan
entre sí. Nosotros les hemos aportado una pequeña cuota de conocimiento y
ellos, con una generosidad impagable, nos han entregado sus brazos, su sonrisa,
sus ojos expectantes y su deseo de construir un futuro en el que sentirse
plenos. Todos hemos hecho algo bueno: creer que el destino lo escribimos día a
día y que es posible darle la forma imaginada por la ilusión.
El Teatro Cadavieco, escenario que acoge la creatividad
desarrollada en el Centro, fue el lugar perfecto en el que representar el fin de
este prólogo de quince días que ha de dar paso al primer acto que comenzará en
breve. Juegos, actuaciones, bailes colectivos, el precioso obsequio de danzas
mexicanas, regalos… aires festivos en los que las palabras de despedida se diluyen…
El agasajo de una exquisita comida preparada por los chicos y chicas y sus
familias, la celebración de los últimos cumpleaños, el repaso en imágenes de lo
sucedido en este tiempo… Y, finalmente, de manera irremediable, los abrazos
prolongados, las lágrimas incontenibles, los agradecimientos expresados con el
corazón, las emociones sinceras recorriendo la piel. Un adiós que nadie deseaba
cerrar…
Han sido dos semanas de intensidad difícil de repetir en
otro contexto. Todos hemos entregado lo mejor de nosotros, los voluntarios y
los alumnos, dejando huellas imborrables en esa semilla que plantamos y ya está
empezando a germinar. Nada ha terminado, todo continúa…
¡GRACIAS!