El huracán Franklin nos ha precedido. Llegando desde el este, dejó hace unos días en Ciudad de México uno de esos rastros que se desean olvidar rápidamente. Nosotros también hemos entrado por levante, atravesando la noche y el océano. Pero estoy convencido de que nuestras huellas serán de las que nacen con vocación de hacerse perennes en nuestros corazones y en los de aquellos que nos esperan con la mirada expectante y el entusiasmo realimentándose ante la perspectiva de abrir nuevas posibilidades de crecimiento en sus vidas.
Es un buen augurio que durante esta noche de viaje, de calendarios confusos, de relojes que atrasan como en el País de las Maravillas, nos hayan acompañado en los cielos las Perseidas, depositando buenos deseos sobre todo el planeta. Nuestras estelas, las que hemos comenzado a extender tras nosotros desde Escocia, Brasil y España para confluir en México, son también una infinita colección de esperanzas con ganas de convertirse en realidades triunfadoras, de ímpetus solidarios deseosos de dar todo lo posible para empezar con lo imposible.
Nos conocemos desde hace unas horas, pero ya llevamos toda una vida juntos, pues los destinos compartidos son los que construyen vidas. Hora del reencuentro con quienes el año pasado dejaron entrar a INVOLVE por sus poros: los alumnos que desean continuar unidos al proyecto, los docentes que forman parte imprescindible de él, los voluntarios mexicanos implicados con energía... Hora de ponerse a trabajar. El futuro empieza a construirse ya.