Habían desalojado la habitación. Era hora de visita y al enfermo de la cama contigua le rodeaban sus familiares. Agonizante, el moribundo escuchaba lejanas las palabras de su propia extremaunción. Cuando el
cura, acompañado de una enfermera, terminó diciendo “Amén”, su pecho dejó de
moverse.
Segundos después, de pronto, abrió desmesuradamente los ojos y con una voz encrespada dijo:
Y murió.
27 #setentapalabras
© JM Jurado