Las puntas de sus dedos
dibujaron con perfección el perfil de sus labios. Con sus yemas supo recorrer, de
manera infinitamente dulce, la verticalidad de su cuello, llegar a sus hombros,
reconocer los pliegues de la piel que le hablaba y caminar sin pérdida por la
curva de sus pechos al encuentro de su cima.
Al fin y al cabo, ser un empedernido lector en Braille debía tener sus ventajas.
Al fin y al cabo, ser un empedernido lector en Braille debía tener sus ventajas.