Era difícil hacerse oír entre el bullicio del pasillo:
-¡Madre mía! No te hubiera reconocido por la calle.
-¡Tú no has cambiado nada!
-¡Joder, cuánto tiempo!
-¿¡Qué es de tu vida!?
-¡La hostia… qué bien te veo!
-¡Vámonos! Que estos no esperan…
Minutos después, el pasillo quedó vacío. La tristeza, el
dolor, la soledad, la angustia y el miedo bajaban por el ascensor hasta el
coche fúnebre, camino del crematorio.
31 #setentapalabras
© JM Jurado