Él la esperaba en la habitación del hotel. El mismo de siempre. Tras hacerlo, se duchó. Le encantaba el perfume del gel que ponían a disposición del cliente. Poco más tarde, regresó a casa.
Su marido tenía preparada la cena. Se saludaron telegráficamente:
—¿Cómo te ha ido?
—Bien.
Mientras ponían la mesa, al pasar a su lado, ella reconoció en él el perfume de ese gel que tanto le gustaba.
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© JM Jurado