Paseaba tranquilamente por la orilla del río hasta que la rana saltó ante mí y me dijo:
-Soy una princesa encantada. Sólo el beso de un hombre deshará el hechizo.
Me dio un poco de asco, pero, ¿por qué no probar? No es habitual encontrarse con una rana que habla.
Lo último que recuerdo haber visto fue a la princesa huir avergonzada mientras mi cuerpo verde y viscoso se empequeñecía.
107 #setentapalabras
© JM Jurado