Siempre fue muy devota de San Pantaleón.
Aseguraba que aquella gastroenteritis que la mantuvo encogida dos semanas se
curó por sus plegarias. O que, gracias a las oraciones, las jaquecas la dejaron
en paz.
Ocho días después de la fiesta en la que no usó mascarilla y momentos antes de que la sedaran para meterle el
respirador por la boca, pensó que el santo se le había ido al cielo.
78 #setentapalabras
© JM Jurado