Nunca usaba la escalera mecánica. Como cada mañana, hoy bajó
los últimos doce escalones mirando absorta su móvil, camino del andén del
metro. Pero en el séptimo, un traspié inexplicable la hizo rodar cinco
peldaños.
Un minuto después, en el suelo, extrañamente sonriente,
no podía dejar de leer el mensaje recién enviado: “Me voy para siempre”. Le dolía
un tobillo, pero no tanto como su dignidad aplastada desde hacía meses.
32 #setentapalabras
© JM Jurado