Algunos consideraban sus
versos como bellos exponentes del amor.
Para
escribirlos leyó repetidamente a Shakespeare y se hizo experto en celos y
tragedias amorosas, glosó una y otra vez el vasallo enamoramiento del amor
cortés o usó, eruditamente y con profusión, las palabras que otros dijeron y
sintieron. Fueron miles los libros leídos para poder redactar sus estrofas amorosas.
Lástima
que del amor real, del vivido, no supo qué decir.