Geografía de la frontera participa, como en anteriores ocasiones, en el Blog Action Day, una propuesta nacida en 2007 y que, una vez al año, reune la voz de miles de blogs repartidos por todo el planeta para poner en común reflexiones sobre cuestiones relacionadas con los derechos humanos, la solidaridad o la conservación del medio natural. En 2014 nos une, y de qué forma, la desigualdad.
La anestesia que nos inocularon hace tiempo para mantenernos adormecidos, observando desde la distancia lo que, creíamos, no tenía que ver con nosotros, sintiéndonos, ilusamente, ricos y afortunados en un entorno que nos ha permitido sobrevivir con cierta dignidad, hace tiempo que está perdiendo sus efectos y, de pronto, parecemos estar despertando ante la evidencia de que la miseria y la injusticia estuvo siempre a nuestro lado y no quisimos darnos cuenta. Practicábamos una suerte de solidaridad que se parecía más a la caridad, hasta que se hizo insuficiente pues también empezó a llamar a nuestra puerta. Nos quejábamos amargamente de las terribles imágenes regaladas por las televisiones, mostrándonos la aberración de la muerte en forma de moscas colonizando la boca de niños africanos, hasta que el hambre ha venido a pasear por nuestras aceras y ya no es posible apartarla de nuestra mirada con un mando a distancia. Estuvimos conviviendo con la idea de que la desigualdad era algo endémico, algo consustancial al desarrollo de las civilizaciones, "siempre ha habido ricos y pobres", nos decíamos. Y ante lo que se nos mostraba irremediable, sólo sabíamos poner parches acalladores de conciencias.
Pero con menos anestesia por las venas y más realidad ante los ojos y vacío entre las manos, nos ha llegado la hora de hacer nuestro el hartazgo. Hemos tenido que ser conscientes, aunque realmente siempre lo supimos, de que lo que ocurría allí se debía, en gran parte, a lo que hacíamos, o dejábamos de hacer, aquí. Ya no basta con admirar el trabajo de miles de voluntarios médicos, docentes o asistenciales y mandar de vez en cuando un sms. Hay que tomar partido, si realmente estamos convencidos de que este camino es inviable. Se impone con urgencia abandonar las políticas de mesas petitorias, telemaratones y palabras engoladas. Es imprescindible detener contundentemente la sangría generada en la riqueza colectiva por unos delincuentes parapetados tras las mesas de ministerios, consejerías y organismos públicos alimentados por la avaricia y el oscurantismo.
La desigualdad es hija bastarda de la ignorancia y la ceguera, del "dejar hacer" y del "que lo solucionen otros". La miseria no sabe de fronteras y se extiende con facilidad entre los miembros de una sociedad recortada en sus derechos. El miedo ha de dejar paso a la acción contra quienes exhiben impúdicamente su codicia, opulencia y derroche gracias al crecimiento exponencial de la desigualdad. Las soluciones han de ser globales, sólo así será posible aproximarse a un reparto justo. Pero el rasero de la igualdad no ha de colocarse en la pobreza, nivelándonos en una especie de carencia universal. Ese rasero ha de ponerse al nivel de la dignidad de cualquier ser humano. Las prioridades están claras para la mayoría. Apliquémoslas.
